A 34 kilómetros de la Capital, por el Camino al Cuadrado, la Reserva Natural La Estancita invita al relax con una olla de agua cristalina, monte autóctono, pajaritos, cielo azul y aire puro.
Los cordobeses vamos poco a las Sierras, o menos de lo que podríamos. Tal vez porque al tenerlas tan cerca no terminamos de dimensionar la maravilla natural que nos rodea; quizás porque nos acobarda la idea que supone la logística de emprender el viaje. A 34 kilómetros de la ciudad de Córdoba, la Reserva Natural La Estancita parece haber sido puesta allí para derribar todas las excusas.
Desde la capital cordobesa, cambiar verdaderamente de aire, de entorno y de paisaje puede llevar apenas 40 minutos. La cascada de 13 metros de altura espera con una olla de agua cristalina en medio de la montaña, pajaritos, monte nativo, cielo azul y aire puro. Además es de acceso gratuito. No hay que pagar ninguna entrada para entrar al paraíso.
La reserva está ubicada en el corazón de las Sierras Chicas y pertenece a la localidad de Salsipuedes. Por cierto, el lugar justifica muy bien su nombre. Llegar es muy fácil: media hora en auto, apenas un breve trekking y un entorno bucólico del que no dan ganas de irse nunca. En el verano, porque es una pileta natural sin comparaciones, y en el invierno soleado, porque la naturaleza brilla con sus mejores colores.
Para llegar a La Estancita hay que tomar por el Camino al Cuadrado en dirección a Huerta Grande y, a poco de andar, justo en el cruce donde está el puesto de la Policía Caminera, tomar a la derecha por el desvío de tierra. Está señalizado. Imposible perderse.
Con el auto se puede avanzar hasta el alambrado donde comienza la caminata (breve) hacia la cascada, pero si la idea es hacer un poco de trekking al aire libre, bien vale dejarlo estacionado antes para disfrutar del paisaje y de las vistas sin intermediarios.
Ya en el cerco de alambre, al traspasar el ingreso, la caminata hasta la cascada llevará apenas una media hora a la vera de un arroyito que parece inofensivo hasta que cae por la cascada. El salto es uno de los más altos de las Sierras chicas y regala una olla inmensa y generosa con piedras y playitas para sentarse a tomar mate, leer y disfrutar de la naturaleza.
La única dificultad para llegar hasta la cascada es una pasarela de troncos, bastante maltrecha, que baja en medio del bosque, pero se resuelve andando despacio y con precaución. Y con buen calzado de agarre (nada de ojotas).
En la mochila de ataque hay que llevar mate, galletitas, agua, fruta o lo que vayamos a consumir durante la estadía en el paraíso, porque una vez que entramos al sendero solamente atiende la naturaleza.
En el verano, se puede tender la carpa en el camping. Otro buen plan, para la próxima.