Pero Santa Cruz es mucho más que un aeropuerto que nunca duerme. En el plano económico representa un motor incansable para el país (triplicó su PBI en la última década), y a nivel turístico tiene conexiones diarias con todas las ciudades importantes del país y es la puerta franca a la Amazonia boliviana y su vegetación exuberante, a la ruta de las Misiones Jesuíticas del siglo XVII, a los Parques Nacionales o a los caminos del Che Guevara, entre otros puntos de interés.
Visitamos la ciudad en abril de 2018 con el programa de televisión Estación Trip, invitados por la aerolínea Amaszonas, junto con otros periodistas cordobeses.
Bienvenidos a la jungla
“Bolivia es 70 por ciento amazónica y 30 por ciento altiplánica. Sin embargo, la imagen del país que tiene la gente es la del Altiplano, la andina”, resume Viviana Valda, del Ministerio de Comunicaciones del país. Por eso, una de las cuestiones que trabajaron al momento de crear la Marca País con la que Bolivia está saliendo a mostrarse al mundo, fue destacar la biodiversidad.
En Santa Cruz de la Sierra el clima es húmedo y tropical, y lo confirma la frondosa vegetación al costado de la ruta. A sólo 7 kilómetros del centro, cruzando el río Piraí, es posible conocer cómo luce la Amazonia boliviana en La Rinconada, un ecoparque privado con nenúfares, tucanes y palmeras donde dan ganas de quedarse a vivir.
Una de las atracciones del lugar es la Victoria Amazónica, un irupé redondo como una bandeja que en la laguna de La Rinconada se da mejor aún que en Manaos. En 2012 lograron un ejemplar que alcanzó los 3,20 metros de diámetro (el más grande del mundo), y hay allí una réplica magnífica que lo certifica.
El parque es como un inmenso jardín, impecable, donde se pueden apreciar más de 700 plantas, y hay juegos, senderos, piletas y un restaurante para el que quiera quedarse a pasar el día.
También en las afueras de Santa Cruz, otra propuesta para meterse de lleno en la selva está en el Bioparque Güembé, a sólo 15 minutos del barrio Equipetrol, la zona que concentra la mayor actividad empresarial, comercial y hotelera de la ciudad. El paseo puede llevar unas horas, el día entero, o inclusive alojarse allí mismo en cabañas. Si el tiempo es escaso conviene no dejar pasar el aviario.
Luce como un galpón alambrado gigante, de 2.500 metros cuadrados, que se eleva hasta el cielo. Allí los tucanes y los parabas (guacamayos) rojos o azules son seres amigables que se acercan para un contacto directo como mascotas domésticas.
El espacio está surcado por pasarelas que invaden lo mínimo necesario para que la experiencia con la jungla sea directa, y tiene una escalera caracol que eleva el equivalente a varios pisos de altura para asomar la cabeza y seguir viendo más verde alrededor.
La entrada, en días promocionales, cuesta 50 bolivianos (150 pesos) y conviene llevar traje de baño para darse un chapuzón en alguna de las 13 piscinas con cascadas, después de recorrer el mariposario, el orquideario, la isla de los monos, la zona de las tortugas y otras varias maravillas naturales en estado puro.
Colonial y moderna
Colonial en sus inicios, como se aprecia en el casco céntrico, Santa Cruz de la Sierra se ubica en la actualidad como un destino ideal para convenciones, congresos, vacaciones y eventos. La ciudad tiene 30 hoteles categorizados de 4 y 5 estrellas que suman unas 12 mil camas y revalidan su perfil de urbe moderna y cosmopolita.
La gastronomía invita a profundizar el viaje por los mejores sabores de la cocina regional con platos típicos como el Picante de Lengua o el Majadito (a base de charqui –carne deshidratada- plátano y arroz) o incursionar en expresiones de la cocina fusión o de cualquier parte del mundo en alguno de los numerosos restaurantes exclusivos, como Jardín de Asia, en el Hotel Los Tajibos.
El circuito gastronómico de Santa Cruz es súper variado y también incluye versiones exquisitas de parrilla.
El otro gran tesoro que representa Santa Cruz es la invitación para salir a recorrer desde allí la ruta verde de las misiones jesuíticas de la Chiquitanía.
Son verdaderas joyas del siglo XVII en medio de la selva, que lejos de ser ruinas o museos para añorar viejos tiempos, son la expresión viva del arte, la música y la religiosidad de sus comunidades. Como una ronda mágica, que despierta todos los sentidos de sólo pensarla.
El
texto original de esta nota se publicó en mayo de 2018 en el sitio web de
Estación Trip, el programa de televisión que produce y conduce la periodista Patricia Veltri.